A estas horas, las azoteas de nuestras ciudades, aspiran a convertirse en "verdes" siguiendo los mandamientos de la "modernidad ecológica"; mientras tanto esperan vestidas de gris, albergando antenas, cuartos de ascensores, tendederos y rótulos luminosos o, en el mejor de los casos, trasteros convertidos en viviendas entoldadas.
Siempre me he sentido fascinada al observar las ciudades desde arriba, desde lo alto. Mi obsesión por tejados y azoteas me hace comportarme a veces como un felino inquieto.
Calcuta, "La Ciudad de la alegría", poblada por unos 14.000.000 de personas, de las cuales 4.000.000 vive en la calle, sin contar los habitantes de las chabolas ni la población itinerante, es la ciudad donde los extremos de vida, reflejan el abismo.
Al llegar a Calcuta, te encuentras con la expresión más cruda de las ciudades asiáticas. La miseria, la contaminación, el humo, el tráfico, el caos, el ruido, la superpoblación, las escenas impactantes, todo te empuja a apresurarte, a salir corriendo, a buscar un lugar donde notar que el aire entra en tus pulmones,....... a subir, a elevarte.
En las azoteas y terrazas de Calcuta, se vive y se observa.
Al subir a las pintorescas azoteas del barrio del lago, observamos los edificios envejecidos con una pátina negruzca acumulada durante años de polución y lluvias monzónicas; también desde lo alto, podemos ver calles congestionadas de vehículos, tranvías obsoletos, motocarros, rickshaws tirados por esqueléticos hombres, carretas, animales, muebles antiguos reposando en las aceras, y hogares improvisados con mantas raídas. Una gran muchedumbre que se enfrenta al desorden con resignación, personas convertidas en personajes unidos por la esperanza.....y es que la pobreza no se esconde y se muestra a todo aquel que no cierra los ojos.
Al llegar a Calcuta, te encuentras con la expresión más cruda de las ciudades asiáticas. La miseria, la contaminación, el humo, el tráfico, el caos, el ruido, la superpoblación, las escenas impactantes, todo te empuja a apresurarte, a salir corriendo, a buscar un lugar donde notar que el aire entra en tus pulmones,....... a subir, a elevarte.
En las azoteas y terrazas de Calcuta, se vive y se observa.
Al subir a las pintorescas azoteas del barrio del lago, observamos los edificios envejecidos con una pátina negruzca acumulada durante años de polución y lluvias monzónicas; también desde lo alto, podemos ver calles congestionadas de vehículos, tranvías obsoletos, motocarros, rickshaws tirados por esqueléticos hombres, carretas, animales, muebles antiguos reposando en las aceras, y hogares improvisados con mantas raídas. Una gran muchedumbre que se enfrenta al desorden con resignación, personas convertidas en personajes unidos por la esperanza.....y es que la pobreza no se esconde y se muestra a todo aquel que no cierra los ojos.
Pero en la azotea, también se vive; allí están las mujeres peinando sus extraordinarias melenas negras, tendiendo los largos saris de fantásticos colores, y preparando el desayuno en amplias perolas. Es éste un lugar para comer, para dormir, para reproducirse y morir; un lugar donde pasar la vida, observándose a sí mismos desde arriba.
Las rebeliones y revoluciones, siempre se ven mejor desde las alturas, Mahatma Gandhi, ayunaba en su azotea mientras abajo, se enfrentaban hindúes y musulmanes. "Pero escúchame, madre, voy a decirte al oído dónde está el palacio de mi rey, está en un rincón de nuestra azotea, allí donde florece la albahaca".(El país de la hadas, Rabindranath Tagore)Las azoteas de Calcuta, con su sensualidad primitiva y tribal, tienen la belleza del desvalido, de la cenicienta; pero si insistimos en psicoanalizarlas desde el punto de vista freudiano-capitalista al que estamos acostumbrados en occidente, jamás, jamás lograremos entenderlas.
(Foto:La Madre India, M.F. Husain)
Todos necesitamos viajar a un lugar para encontrarnos, tener un sutio desde el cual podamos pensar mejor, podamos sentirnos mejor. Con tu relato nos has llevado a una azotea, a tu azotea, a tu lugar, al que tu si entiendes. Con este escrito nos has llevado a una ciudad, Calcuta. Con tu intuición y tus palabras has conseguido que viajemos todos que nos encontrmos contigo y que juntos peinemos nuestros cabellos al ritmo de los versos de Tagore.
ResponderEliminarMe encanta.