Influencia de los conflictos sociales, políticos y climatológicos, en la arquitectura, el urbanismo y la forma de vida

jueves, 25 de febrero de 2016

¿ARQUITECTURA EFÍMERA? ASENTAMIENTOS EN LOS CAMPOS DE FRESAS DE HUELVA

En Huelva 7.300 personas viven en los 38 asentamientos chabolistas repartidos por la provincia, la mayor parte se encuentran en Palos, Moguer, Mazagón, Bonares, Lepe, Almonte y Lucena. Los asentamientos han pasado de ser un fenómeno temporal, que coincidía con el desarrollo de las campañas agrícolas, a ser campamentos estables donde muchos temporeros se instalan de forma permanente y en algunos casos permanecen por más de 8 o 9 años.
Estos asentamientos ilegales en chabolas, en las que se hacinan familias en condiciones infrahumanas, son la otra cara de la moneda de una campaña fresera que mueve anualmente en la provincia de Huelva en torno a los 350 millones de euros.
Las grandes extensiones de plantaciones de frutos rojos (fresas, frambuesas, moras y arándanos) tienen a su alrededor verdaderos cinturones de miseria en los que “otros plásticos” se convierten en la vivienda de miles de personas.
Los asentamientos que en principio eran temporales se hacen permanentes al inicio de la crisis económica cuando muchas personas que habían llegado a Huelva para una campaña, se encuentran con la imposibilidad de desplazarse a otras; por otro lado muchos de los trabajadores que en años anteriores habían estabilizado su situación en España y disponían de trabajo y casa, lo perdieron todo y volvieron a los asentamientos chabolistas. 
De esta forma un número de personas cada vez mayor ha empezado a vivir de manera permanente en estos asentamientos desvinculados ya de la campaña de la fresa, provocando un crecimiento descontrolado. 
Los asentamientos se sitúan en el campo y separados varios kilómetros los núcleos urbanos, son ilegales por lo que no disponen de ningún tipo de servicios de agua, luz, o alcantarillado, aun así, legalmente las chabolas habitadas tienen consideración de vivienda.
En un principio aprovechando los plásticos de los invernaderos, palés de madera de los almacenes y otros materiales de desechos, se construían pequeñas chabolas en las que pernoctar durante la temporada desmontándose una vez finalizada la campaña. 
Cuando la situación empezó a ser más complicada para encontrar trabajo en otros lugares, los materiales de construcción como plásticos y cartones se fueron sustituyendo por maderas más resistentes, cañas y tuberías de riego para formar estructuras; actualmente se empieza a construir con hormigón y cemento. 
A medida que se van consolidando los campamentos la estructura de la población va cambiando, desde personas de 20 a 30 años que ocupaban las chabolas provisionales de temporada, se ha pasado a un número considerable de personas de más de 50 años e incluso a familias enteras con situación legal en el país pero sin trabajo ni casa, de igual forma ha cambiado su actividad de origen (recogida de la fresa) por otras como la chatarra. 
Dentro de los asentamientos también aparecen oficios vinculados a nuevas actividades como bares, lugares para ver la tele o recargar el móvil (50 céntimos la recarga), pequeñas tiendas de alimentos o tabaco, electricistas y albañiles para construcción de nuevas chabolas.
Los campamentos son pequeñas ciudades donde nos encontramos desde lugares para rezar a modo de mezquitas hasta bares o espacios para reuniones. Sin embargo la convivencia es escasa y generalmente se estructuran por grupos en función de la religión o el país de origen.
La superficie más común de la chabola es de 10 m2, que se dividen en entrada con cocina (de gas portátil), un baño (abierto al exterior) y un dormitorio con dos camas, aunque las de nueva construcción pueden llegar a los 30 m2
El agua la transportan y almacenan en bidones de 10 litros que la toman de parques o campos cercanos, las neveras se conectan a un generador de gasolina y empiezan a aparecer algunas antenas parabólicas. En algunos asentamientos como el de Las Madres (Mazagón), se pueden observar algunas placas solares instaladas por ellos mismos para recargar baterías de los móviles.
La proliferación de las nuevas construcciones se debe fundamentalmente a que ocupar una chabola ya construida no es gratis, en suelen vender cuando una familia o grupo emigra a otro lugar, generalmente a otro asentamiento dentro de la misma provincia de Huelva, el precio oscila alrededor de 450 euros las de 15 metros cuadrados.
Renovación de chabolas en el asentamiento de Palos
Asentamiento de Lepe
Dada las características de las construcciones, los incendios son frecuentes. Sólo el año pasado, en Lepe se produjeron tres incendios, situación que se ha repetido en Palos, Moguer y Lucena.
Lepe
Aunque es difícil de comprender que los empresarios agrícolas y las administraciones onubenses hayan permitido esta situación, los motivos por los que se ha llegado a la situación actual, tienen una lectura clara. 
A partir de los años sesenta y setenta se produce un giro en el sector agrícola de la provincia de Huelva con cambios del modelo productivo y la introducción progresiva de distintas variedades de fresa; el desarrollo fue tan espectacular que a partir de 1980 Huelva se convirtió en la mayor productora mundial, siendo el principal motor económico de la provincia. Para que este "milagro" fuese posible se requería mano de obra foránea que hasta 1998 se cubría por habitantes de municipios cercanos y algunos inmigrantes procedentes de Marruecos; a finales del año 2000 el cambio de la política migratoria con la reforma de la ley de extranjería y el endurecimiento de las condiciones de acceso, tuvo una importante repercusión en los temporeros que venían a trabajar a las campañas. 
La primera dificultad vino de la mano de la aplicación de la normativa de Contratos en Origen (principalmente de población polaca y rumana), creada para garantizar la estabilidad empresarial; este hecho provocó que miles de personas que acudían a trabajar a las campañas, se encontraran sin trabajo y, en consecuencia, sin recursos económicos, sin alojamiento y sin comida.
Asentamiento en Mazagón
Varias organizaciones de Derechos Humanos denuncian a diario la situación de los asentamientos chabolistas de inmigrantes en la provincia de Huelva, Cáritas insta a las administraciones a abordar este problema de forma transversal y sin atajos ya que la ayuda que les reparten no es suficiente y hacen falta medidas a largo plazo; la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (Apdha) denuncia constantemente “la situación inhumana e indigna” en la que viven miles de personas migrantes, solicitando a las administraciones “la implicación real para buscar soluciones efectivas y duraderas”.
Por su parte Interfresa, que agrupa a los empresarios de la fresa, ha pedido a la Fiscalía Provincial de Huelva que tome cartas en el asunto para acabar con las chabolas porque “perjudican la imagen de la provincia”. Los empresarios se quejan de que esta situación está provocando ataques de la prensa extranjera al sector, y de “la identificación del sector y de los empresarios agrarios como los culpables de este drama”; mientras las organizaciones anteriormente señaladas les acusan de tener una doble moral: ”cuando la campaña finaliza es cuando denuncian estos asentamientos ilegales, intentando lavar la imagen de la provincia y del sector fresero ante la opinión pública”
Desde las Administraciones Locales llaman la atención declaraciones como la del alcalde de Lepe, Juan Manuel González (PP), que asegura que el problema de los asentamientos de inmigrantes que se reparten por la localidad, (casi 1.000 personas) “no tiene solución ya que los inmigrantes eligen vivir en chabolas para ahorrar dinero”.
Asentamiento de Palos
"Hambre" Oswaldo Guayasamín



Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
-la tarde cayendo está-


Antonio Machado