Parece ser que en el mundo globalizado del siglo XXI, andamos muy preocupados por “aislar” espacios, “cerrar” comunidades y levantar muros. El espacio ha de ser “defendido” y a modo de fortificaciones que se alzaban gloriosas en la Edad Media, ahora, muros y vallas son construcciones indispensables para protegernos de nosotros mismos, de nuestra inseguridad y de nuestros miedos.
Cada vez que se produce un salto masivo de la vallas de Ceuta y Melilla, los medios de comunicación nos bombardean con noticias fragmentarias, tendenciosas y fuera de contexto, silenciando la verdadera responsabilidad del primer mundo en estas diásporas vergonzosas. Porqué no aclarar la contribución occidental en la pobreza y conflictos del continente africano, porqué no valorar el papel de los gobiernos, grupos de inversión y multinacionales en la miseria de África.
Sin entrar analizar lo que
considero “una cuestión colonial no
resuelta” por parte de España tras la descolonización del resto del
territorio marroquí en 1956, las ciudades de Ceuta y Melilla están rodeadas por mar y por territorio marroquí, esta peculiar situación dio lugar
históricamente a la formación de “pasos no autorizados” entre los
dos territorios; estos pasos, lejos de provocar conflictos, eran lugares
fluidos y permeables que permitían con normalidad el tránsito de personas de
uno y otro lado. La situación cambia radicalmente en 1986 con la entrada de
España en la Comunidad Europea, momento en que estas ciudades se convierten
en los únicos territorios de la Unión Europea situados en el continente africano, esto supuso convertir unas fronteras que hasta entonces fueron más o menos
fluidas en lugares militarizados para evitar que los inmigrantes de África
puedan entrar en territorio europeo sin tener que cruzar el mar. Desde el lado
marroquí, obligados a proteger unas fronteras que ni siquiera reconocen como
tales, se establecen puestos de vigilancia con la financiación de la Unión
Europea para cumplir a cualquier precio unas exigencias que recuerdan antiguas imposiciones coloniales.
Las personas que saltan las
vallas al grito de "bosa, bosa"
vienen de un continente golpeado por guerras civiles, genocidios y conflictos que
repercuten al agravamiento de la pobreza y cuya responsabilidad apunta
directamente a los países occidentales y en concreto a la Unión Europea.
Los recursos de numerosos países africanos son
expoliados sistemáticamente por el primer mundo. España agota los recursos pesqueros de Senegal con un 47% de pesca demersal,
en Uganda miles de hectáreas se ceden a corporaciones de café alemanas, un
tercio de las tierras del continente africano están dedicadas a la producción de
agro-combustible para la UE, lo que contruye de forma determinate a la desertificación del territorio; hasta 63 millones de hectáreas son acaparadas por
los grandes capitales en un continente que se muere de hambre.
En cuanto a los conflictos ¿De quién es la responsabilidad? ¿Dónde están las
políticas de paz europeas?, Los programas de pacificación quedan en entredicho
al primar los intereses económicos como consecuencia de la venta de armas a los países en
conflicto, en concreto España vendió entre 2001 y 2011 más de 400 millones de
euros en armas; los fabricantes de armas se vinculan directamente con los
grandes bancos que financian a Textron, productor de minas antipersonas (BBVA),
o a Lockhedd Martin dedicada a fabricar bombas racimo (Banco Santander). La
guerra de la República del Congo con más de 5 millones de muertos, está
relacionada directamente con el Coltán, mineral con el 80% de las reservas
mundiales situadas en este país y que se utiliza para fabricar entre otros
dispositivos los chips de los teléfonos móviles. El VIH SIDA afecta a un 5% de
la población africana frente al 1% en el resto del mundo produciendo más de un
millón de muertos al año por una enfermedad tratable en la actualidad.
Visto esto, de qué nos estamos protegiendo con vallas y cuchillas afiladas, a qué estamos disparando con balas de goma. Lo extraño es que no "salten la valla" 300 millones de africanos.
Somos huéspedes desconocidos
en la casa del mundo
la ausencia de boyas.
Somos el ojo que ve el ojo
y la visión que nos borra
somos aquello que miramos
en el fondo de los ojos
y que sabe que somos.
Somos lo único y el número
la cosa y su contrario
somos la huella sobre la arena
somos cada letra del alfabeto.
Somos la pregunta
que no exige respuesta
somos la pregunta y la respuesta.
Amina Saïd